En el último mes, Vigo ha visto nacer 51 nuevas empresas, según datos de afiliación del INSS. Emprendedores y emprendedoras que han decidido dar el paso, ya sea por vocación, por detectar una oportunidad en su sector o por necesidad de reinventarse. Aunque los motivos pueden variar, muchos coinciden en un punto clave: el lugar donde deciden iniciar su aventura profesional. Y cada vez más, ese lugar se llama coworking.
La ciudad cerró febrero con más de 18.000 autónomos, una cifra que refleja la apuesta decidida por el autoempleo. Pero emprender, más allá del entusiasmo, también conlleva riesgos y desafíos. Uno de los más importantes, especialmente al principio, es encontrar un espacio de trabajo profesional, accesible y con las mínimas barreras económicas. Porque no todo el mundo dispone de ahorros suficientes para hacer frente al alquiler de un local comercial, a su acondicionamiento o a los gastos mensuales derivados. Y aquí es donde los coworkings han dejado de ser una alternativa para convertirse en una auténtica solución.
Más allá de las startups tecnológicas
Hace algunos años, el concepto de coworking se vinculaba casi exclusivamente a profesiones digitales: programadores, diseñadores, freelancers tecnológicos… Sin embargo, el modelo ha evolucionado al ritmo de los nuevos perfiles emprendedores.
Hoy en día, muchos coworkings están diseñados para acoger desde talleres creativos hasta despachos profesionales o actividades culturales. Un buen ejemplo es The Melting Lab, el taller de joyería de Alicia Martínez, ubicado en el coworking El Principal, en la céntrica Velázquez Moreno. “Sin este espacio, simplemente no habría podido empezar”, reconoce la joven joyera. “Aquí no solo es una cuestión de precio. Hay apoyo, interés y comunidad. El cliente de otro compañero puede acabar siendo el tuyo, y eso al principio se nota muchísimo”.
Crear comunidad, compartir inquietudes
Para André Movilla, arquitecto vigués, la experiencia en coworkings de ciudades como Ámsterdam o Barcelona le inspiró para crear el suyo propio: Espacio Doce, en la calle Alfonso XII. “Volví a Vigo con un trabajo 100% telemático y eché en falta ese ambiente de colaboración que ya conocía. Un coworking te permite conectar con personas de sectores muy distintos, y eso lo hace más enriquecedor que una oficina tradicional”, explica.
Además del valor económico, Movilla subraya otros beneficios clave: “No siempre es fácil concentrarse en casa, separar el trabajo de la vida personal o tener un espacio adecuado. Nuestro objetivo era ofrecer un entorno profesional y flexible, con todo lo necesario para trabajar cómodo: internet rápido, limpieza, cocina, calefacción… y sin la rigidez de una empresa convencional”.
Emprender sin estar solo
Los coworkings han dejado de ser una moda para convertirse en el entorno natural de muchos emprendedores. Ofrecen algo más que un escritorio: ofrecen sinergias, acompañamiento, visibilidad, motivación y red. Son, en muchos casos, el primer paso real hacia una idea de negocio sostenible.
Y tú, ¿estás pensando en emprender? Quizás no necesites una oficina… quizás lo que necesitas es una comunidad.